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La UE ve en la pausa de los aranceles de Trump una oportunidad para negociar mientras EEUU y China escalan la tensión

Donald Trump y Xi Jinping en noviembre de 2017 en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín (China).

Irene Castro

Corresponsal en Bruselas —
9 de abril de 2025 22:17 h

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Como si estuvieran apostando en un casino, EEUU y China han entrado en una espiral arancelaria de repercusiones incalculables. Primero golpeó Donald Trump con un 'arancel recíproco' del 34% al gigante asiático, que respondió en cuestión de horas con una tasa por ese mismo porcentaje a los productos estadounidenses. Washington contraatacó con otro 50% adicional llegando a una cifra del 104%. Y Pekín, lejos de achantarse, replicó con una subida al 84% a la que el inquilino de la Casa Blanca respondió con un 125%. Detrás están en juego billones de euros, los mercados financieros siguen convulsionando y el riesgo de una recesión mundial no se disipa. La UE, por su parte, contiene el aliento ante la pausa de 90 días decretada por Trump con la que ve una oportunidad para la negociación.

Eso si la política testosterónica de Trump no se acaba imponiendo. Y, si alguien es impredecible, ese es Donald Trump. En 24 horas ha pasado de presumir de que todos los países le estaban “besando el culo”, a ceder a la presión interna y de multimillonarios y directivos de multinacionales norteamericanas al abrirse a una negociación.

La UE, no obstante, reaccionó inicialmente con prudencia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tardó doce horas en pronunciarse sobre el volantazo de Trump. “Doy la bienvenida al anuncio de Trump de pausar los 'aranceles recíprocos'. Es un paso importante hacia la estabilización de la economía global”, expresó en un comunicado en el que reitera el compromiso de la UE con “unas negociaciones constructivas con Estados Unidos, con el objetivo de lograr un comercio sin fricciones y mutuamente beneficioso”.

“Condiciones claras y predecibles son esenciales para que el comercio y las cadenas de suministro funcionen”, agrega Von der Leyen, que no da ninguna pista de qué pasará ahora con los aranceles que los 27 aprobaron este miércoles para su entrada en vigor a partir del 15 de abril.

“La Comisión Europea se tomará el tiempo necesario para evaluar este último acontecimiento, en estrecha consulta con los estados miembros y la industria, antes de decidir los próximos pasos”, señala el portavoz de Comercio, Olof Gill. Por el momento, los únicos aranceles que ha aprobado la UE respondían al 25% de tasa al aluminio y el acero por parte de Washington y eso sigue vigente.

La intención de la Comisión Europea era impulsar un segundo paquete de contramedidas la próxima semana si no había “negociaciones reales para entonces” y también habían dejado claro que el primero, aprobado este mismo miércoles, puede “suspenderse en cualquier momento, si EEUU acepta un resultado negociado justo y equilibrado”.

La estrategia de la UE ha pasado por intentar negociar. Y, ante el escaso éxito que había tenido hasta entonces, ha seguido dos tácticas: entrar en el lenguaje de Trump con la aprobación de un primer paquete de aranceles y ahondar en las discrepancias para intentar sentar a la Administración Trump en una verdadera negociación que aleje la beligerancia comercial.

48 horas después de que Musk expresara su deseo de que hubiera “aranceles cero” entre los dos lados del Atlántico, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reveló que esa había sido una de las ofertas en las conversaciones con la Casa Blanca para los bienes industriales y los vehículos. El objetivo era elevar la presión sobre Trump, dado que en Bruselas sabían que había sectores que veían con buenos ojos ese planteamiento que sus interlocutores habían rechazado.

Por otro lado, la UE siguió con su “respuesta firme” al dar el visto bueno a un listado de 1.600 productos estadounidenses (que representan unos 21.000 millones de euros en importaciones) que tendrán un arancel del 25%. Se rebajó la ambición inicial al sacar algunos productos, como el whisky bourbon o los lácteos, por temor a una respuesta aún más airada de Trump. Pero en Bruselas lo mencionan también como un gesto de buena voluntad.

Prudencia en la reacción

Nadie se atreve a pronosticar el resultado del nuevo escenario, pero al menos ven una oportunidad. “Mantener unas relaciones transatlánticas estrechas es una responsabilidad común de europeos y estadounidenses, independientemente de las turbulencias temporales. Así que aprovechemos al máximo los próximos 90 días”, ha expresado el primer ministro polaco, Donald Tusk, que ha sido el primero en reaccionar.

Lo que sigue en ebullicición es la guerra comercial entre EEUU y China. Trump acusa a Xi jinping de “faltar al respeto a los mercados mundiales”. Por su parte, lo que dicen en Pekín es que “lucharán hasta el final”. A pesar de la sintonía que inicialmente mostraron, nada parece indicar que vayan a poner freno a la escalada. Y, teniendo en cuenta que el comercio mundial está estrechamente interconectado, las consecuencias pueden no tener precedentes. Más allá de los aranceles, China ha comenzado a aplicar nuevas herramientas que pueden poner cuesta arriba el funcionamiento de las empresas estadounidenses.

Según recoge Bloomberg, China incluyó empresas estadounidenses en el listado de entidades a las que prohíbe comprar en ese país e impuso licencias a las exportaciones de algunas tierras raras de las que dependen muchas compañías americanas, como la Tesla de Elon Musk. De hecho, el dueño de X, que ha sido uno de los apoyos fundamentales de Trump en su carrera por volver a la Casa Blanca, trató sin éxito de convencerle de pisar el freno con la batalla arancelaria.

Y es que son los multimillonarios y directivos de grandes empresas los que están revolviéndose contra el presidente de EEUU, al que no tuvieron ningún reparo en agasajar cuando se impuso en las elecciones del pasado mes de noviembre. También dentro del partido republicano y de la Administración Trump se han abierto las primeras grietas. Al fin y al cabo, los aranceles van a suponer un golpe a la economía de ese país. Aunque Trump resta importancia a las actuales turbulencias financieras, ha dado un golpe de timón, al menos por ahora.

Una recesión en ciernes

Entre tanto, también preocupa en las capitales europeas es una recesión en ciernes ante la volatilidad de la situación, que ha llevado a un desplome de las bolsas valorado en 19 billones de dólares desde el arranque de la guerra comercial. Las previsiones de crecimiento se están revisando a la baja y en las capitales contienen la respiración.

Al mismo tiempo, la UE sigue adelante con la tercera pata de su estrategia (además de llamada a la negociación y las represalias): la diversificación de las alianzas con otras potencias, como India, Asia Central, Mercosur, Sudáfrica... “Nos centraremos como un rayo láser en el 87% del comercio mundial que va más allá de EEUU, lo que supone enormes oportunidades”, dijo este lunes Von der Leyen. Y lo ha repetido en el comunicado tras la tregua de Trump, por lo que al menos esa parte del plan de la UE no cambia. “Los europeos saldremos más fuertes de esta crisis”, agrega la alemana.

En ese 87% se incluye a China, un país al que la UE se ha visto obligada a mirar de nuevo ante el nuevo escenario. Von der Leyen habló precisamente el martes con el primer ministro, Li Qiang, con motivo del 50º aniversario de las relaciones diplomáticas. Pero la llamada coincidió con la escalada de la guerra comercial. “Ambos líderes discutieron la creación de un mecanismo para hacer un seguimiento de la posible desviación del comercio y garantizar que se aborda debidamente cualquier novedad”, señaló el gobierno comunitario en un comunicado.

Pedro Sánchez es uno de los líderes que ha encabezado esa nueva relación con el gigante asiático con su tercera visita en tres años. Hay muchos intereses en juego y España pretende ampliar un mercado en el que tiene un importante déficit comercial. Y, en plena escalada de la tensión con Pekín, a Washington no le ha sentado bien ese acercamiento que, según el secretario del Tesoros, Scott Bessent, “sería como cortarse el cuello”.

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